lunes, 24 de julio de 2017

Sin ti, tengo todo, menos a ti. Y sin ti, ¿qué es lo que realmente tengo?

   Otro triste septiembre, octubre, noviembre, todos son tristes, cada uno termina igual, cada uno es una entrada al invierno, que siempre me recuerda a ti. 
    
    Esos ojos negros, tus manos tibias... 
Me faltan cada noche de insonmio.
    Esas oscuras y largas horas que empezaron cuando viniste, continuaron aún cuando te marchaste. 
    No sé que es mejor, pensar que mueres en donde estés, creer que jamás volverás, o esperar lentamente a que me lastimes otra vez.
   
     Mi ser palpita por tu ausencia, mis ojos cada día más rojos, pero ni una lágrima sale. Cómo si no hubiera razones para llorar, a pesar de que cada minuto del día pienso en como poder recuperar ese éxtasis que tú trajiste a mi vida, y que parece que fue lo único que te llevaste contigo. 
   Tu silueta en el sillón junto con tus largas sonrisas, siguen en el mismo lugar dónde las dejaste junto con ese aroma a café que siempre desprendías, cómo si el dormir no existiese en tu esencia.
 Y a pesar de que los días son menos pesados y que el sol abriga mi alma, yo daría cada pequeña flor que sale en primavera, por un sólo beso tuyo, de esos amargos que siempre dejan mal sabor de boca pero que nunca se olvidan por completo.
   Me declaro adicta a ti, a tu sombra y tu oscuridad, a tus torpes palabras. Ya que tú abrazaste mi llanto, y calmaste mi vacío, con sólo un momento contigo era completa, pero cada parte de mí dolía y al mismo tiempo estaba en paz, sólo a tu lado. Fuiste el remedio para los días azules. 
  Nadie más tocará mi amargura cómo tú, con esas caricias que dejaban cicatrices, las cuales me enseñaste a besar.