Como fenix, las personas renacen de sus cenizas, pero no igual, en pedazos, sin alas, en el suelo bajo la sombra de un árbol viejo, sobre el marchito pasto abandona, y junto a un seco lago.
Uno vuelve al fondo, viendo las estaciones pasar, tomando el fuego como calor único y sin recuerdos de algún ayer, ni esperanza del mañana, con un hoy corto y a lo lejos una lluvia fría y pesada, el sol saliendo del lado opuesto, atrás de las montañas, un sólo camino, muchas esperas.
En soledad ir de nuevo con una risa en la cara, y el saber que la distancia es la mejor cura para el alma.
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